lunes, 23 de diciembre de 2013

~EL FUEGO Y LAS TINIEBLAS~



Sabiduría 17 ( 1 - 21 )

Grandes e inescrutables son tus juicios, 
por eso las almas sin instrucción se extraviaron.
Estos malvados, que habían querido oprimir al pueblo santo, 
yacían prisioneros de las tinieblas 
y encadenados por una larga noche, 
encerrados bajo sus techos, excluidos de tu eterna providencia.
Cuando pensaban quedar ocultos con sus pecados secretos,
bajo el oscuro velo del olvido,
fueron ellos mismos inmersos en las tinieblas, 
espantados y despavoridos con fantasmas.
Pues ni el escondrijo que los abrigaba pudo preservarlos del temor.
Ruidos terroríficos resonaban a su alrededor,
y sombríos fantasmas de rostros tristes se les aparecían.
Ni el fuego más potente era capaz de dar luz, 
ni la llama brillante de los astros podía iluminar aquella noche horrenda.
Sólo se les dejaba ver una hoguera, 
que se encendía por si misma e infundía terror;
una vez desaparecida la visión, quedaban aterrados y les parecía más terrible aún lo que habían visto.
Los trucos de la magia fueron un fracaso, 
y la ciencia de que presumían, una frustración.
Los que prometían ahuyentar los miedos y las perturbaciones de las almas acobardadas, ellos mismos padecían un miedo ridículo.
Aunque no hubiera nada terrible que pudiera asustarlos, ellos, sobresaltados por el paso de los animales y el silbido de las serpientes
se morían temblando de miedo, no atreviéndose ni a mirar al aire,
al que de ningún modo es posible evitar.
Pues la maldad es cobarde, 
y se condena por su propio testimonio;
acosada por su propia conciencia, siempre se imagina lo peor,
por que el temor no es otra cosa que la renuncia a los auxilios de la razón;
cuanto menor es la confianza en los recursos interiores,
mayor se juzga la ignorada causa del tormento.
Ellos, en medio de aquella noche impotente,
salida de las profundidades del impotente abismo,
sumidos todos en el mismo sueño,
unos eran perseguidos por fantasmas monstruosos,
otros desfallecían por abatimiento, 
por que un repentino e inesperado terror se había apoderado de ellos.
Luego, si alguno caía, allí era encarcelado, 
prisionero en una cárcel sin rejas.
Ya fuese labrador o pastor,
ya fuese un obrero que trabaja en solitario,
sufría, sorprendido, el castigo inevitable;
pero todos estaban atados por una misma cadena de tinieblas.
Una ráfaga de viento,
el canto melodioso de los pájaros en la enramada, 
el rumor cadencioso de las aguas que se precipitan con fuerza, 
el rudo estrépito de piedras que se despeñan,
la carrera invisible de animales que brincan,
el rugido de ferocísimas bestias,
el eco repercutiendo en las concavidades de las montañas,
todo los dejaba paralizados de terror.
Mientras todo el universo era iluminado por una luz esplendorosa y se entregaba a sus trabajos libremente,
sólo sobre ellos se había extendido una densa noche,
imagen de las tinieblas que les estaban reservadas;
pero ellos eran más pesados para sí que las mismas tinieblas.

18 ( 1 - 4 )

Una luz espléndida brillaba, en cambio, para tus santos.
Los egipcios, que oían su voz sin ver su figura,
los proclamaban dichosos,
aunque primero hubiesen padecido;
por que no los maltrataban por los agravios recibidos,
les daban gracias y les pedían perdón por su hostilidad.
A los tuyos, por el contrario, les diste una columna llameante,
guía para un camino desconocido,
sol inofensivo de una gloriosa emigración.
Pues aquellos merecieron ser privados de la luz
y ser encerrados en tinieblas por haber tenido prisioneros a tus hijos,
por quienes debía darse al mundo la luz incorruptible de la ley.


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